Todos mostramos nuestro amor y afecto de distintas maneras. Hoy te voy a compartir una vieja leyenda.
“Cuentan que una joven pareja de indios Sioux acudió una mañana a visitar al chamán de su poblado. El joven era un valiente guerrero, y en su corazón habitaba la honorabilidad y la nobleza. La muchacha de ojos rasgados y cabellera abundante, estaba llena de un amor profundo y estaba decidida a mantenerlo fuerte.
La razón por la que se habían decidido a visitar el chamán era muy importante para ellos: tenían miedo, temían que su compromiso, que ese amor devoto y firme que ahora se profesaban, se rompiera de alguna forma. Deseaban que el anciano brujo les diera un remedio, un sortilegio o un conjuro para que su amor fuera eterno.
El viejo chamán los miró unos instantes a ambos con su rostro aguileño y cuajado de años y se aclaró la voz para después, coger la mano de la muchacha:
“Si deseas conservar a tu lado a tu amado durante largo tiempo deberás emprender un viaje. No va a ser fácil, te lo advierto. Subirás a esa colina que ves allá al fondo y cazarás con tus propias manos a un halcón, el más fuerte, el más hermoso. Después, deberás traerlo aquí vivo, el tercer día después a la Luna llena.”
A continuación, el chamán se volvió hacia el joven guerrero:
“En cuanto a ti, debes saber que tu tarea va a ser igual de compleja y sacrificada. Tienes que subir la montaña más alta de nuestro poblado y cazar un águila. La más bella, la más vigorosa, la más salvaje. Deberás traerla aquí el mismo día que tu amada.”
La joven muchacha sioux y su amado cumplieron con el reto propuesto por el anciano chamán. Ella llevaba en una bolsa de piel a un halcón. El joven guerrero, portaba a su águila. La más hermosa, la más fuerte. Cuando llegaron hasta el viejo brujo, ambos preguntaron cuál iba a ser el siguiente paso.
“Ahora debéis hacer lo que os digo: coged a las aves y atadlas con una tira de cuero por las patas. De manera que una quede atada a la otra y viceversa. Después, deberéis soltarlas para que vuelen libres.”
Cuando ambos cumplieron con lo ordenado, se quedaron atónitos y sin palabras al ver el resultado. Cuando las dos aves intentaron alzar el vuelo, lo único que consiguieron fue caer una y otra vez. Frustradas y llenas de ira, empezaron a picotearse la una a la otra.
El viejo chamán fue hasta ellas y las soltó.
Este es el conjuro que voy a daros:
“Aprended de lo que acabáis de ver. Si os atáis el uno al otro, aunque sea con amor, lo único que van a conseguir es arrastrarse, lastimarse, y ser infelices. Si deseáis que vuestro amor perdure: volad juntos bien alto pero jamás atados. Porque el verdadero amor une pero no encadena.”
Y tú… qué tipo de amor prácticas?
Hablamos pronto,
Rita